Corriente Córdoba, F. (2003):
sáfaro (pt.) “salvaje, remoto”, safarenho (pt.) y zahareño (cs.) “salvaje; bravo”, saforil (pt.) “persona ordinaria, animalucho”, zaf(o)ras o zofras (ar.) “basto, desaliñado” y safarós (ct.) “sucio”: derivan todos, con eventual sufijación rom., del and. ṣaxrí < cl. ṣaxrí *roqueño”, sin que sea dificultad la transcripción anómala de la sibilante inicial, por >s< en lugar de >ç<, frecuente en pt. y normal en ct. No parece que ninguna de estas voces responda al and. ṣáhra < cl. ṣahra? “desierto”, a pesar del texto medieval pt. citado por Eguílaz («os alarves chamão safora á terra que he toda coberta de pedregulho miudo em modo de area grossa»), donde es obvio que no se trata de una voz integrada al pt.. Ello hace hace artificial pensar que de una adjetivación *terra sáfora derivase el adjetivo sáforo, al tiempo que la relativa dificultad fonética del final sin reflejo del sufijo en esta voz puede tener una solución en la reducción, como en otros casos, de un sintagma compuesto a sólo su segundo elemento, en este caso *báz aṣṣáxr “halcón de las peñas”; es, pues, innecesario, el étimo zafar, que sugiere Coromines para safaròs, a la vista de esta compacta familia semántica. Del mismo origen serán, aunque con distinto sufijo rom., zahoreño “perdiz que no se deja domesticar” (anl.) y z/sahareña “planta no identificada; sideritis? y sahareña “planta aromática parecida al tomillo” (anl.), con sufijación rom.