Vid. alhóndiga1, alóndiga; alfóndiga, alffóndiga; alfóndega, alffóndega; alfóndica, alfóndeca, alfóndeka; alfonda; algóndiga; alhándecha; alhándake, alhándacha
Torres Balbás, L. (1946) en su interesantísimo artículo Las alhóndigas hispanomusulmanas y el Corral del Carbón de Granada describe la alhóndiga de la siguiente manera:
"El nombre arábigo de estas construcciones - fundaq en singular y fanādiq en plural - procede del griego. Era palabra de uso corriente en Egipto en el siglo XII, pero en los dos siguientes la más empleada en ese país para designar tales edificios fué la persa jān.
Al-fundaq dió origen al castellano «alhóndiga» - bajo la forma alfondega figura en un documento leonés del año 1033 -, palabra aún vigente en nuestro idioma, incluída en el Diccionario de la Real Academia Española. También fué empleada la de jān, por lo menos desde fines del siglo XI, aunque no llegó a vulgarizarse tanto como la anterior.
En la segunda mitad deI siglo XVI casi todas las alhóndigas españolas estaban dedicadas exclusivamente a la venta del trigo, por lo que Sebastián de Covarrubias las define en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española, como «la casa diputada para que los forasteros que vienen de la comarca a vender trigo a la ciudad lo metan allí; y este nombre tiene en Toledo esta casa. Pero también sinifica la que es para otras mercaderías». De Covarrubias pasó esa definición al Diccionario de nuestra Academia.
En las ciudades hispanomusulmanas, como se dijo, las alhóndigas perdieron pocos años después de su conquista por los cristianos el destino de hospedería, para quedar con el exclusivo de almacén y lugar de venta. Pero, por caminos no bien explorados, tal vez a través de la palabra italiana fondaco, del mismo origen que la de alhóndiga, se introdujo en nuestra lengua hace algo más de un siglo el nombre de fonda para designar la hospedería o casa de viajeros urbana, desplazando a los de abolengo latino mesón y posada, usados hasta entonces. Palabra tan enraizada en nuestro siglo XIX se ha sustituído modernamente por la extranjera de hotel, quedando la de fonda para designar hospedajes de mayor modestia y escasas comodidades.
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Se distinguían las alhóndigas por el nombre del producto en ellas vendido, por el de su propietario o por alguna otra circunstancia. No es aventurado suponer que en las ciudades hispanomusulmanas habría, como en Túnez a fines del siglo XIV, tan influído por la civilización andaluza, fanādiq de legumbres, del carbón, etc., y hasta del vino.
La única alhóndiga árabe conservada en España, al-fundaq al-ŷadīda, de Granada, se destinaba en los últimos tiempos de la dominación islámica a la guarda y contratación del trigo. En la misma ciudad, la teja y el ladrillo se vendían en alhóndigas, según se infiere de la «Ordenanza de Almadraveros », pregonada, con otras, en la plaza granadina de Bibarrambla el 24 de marzo de 1540. También la paja y la leña negociábanse en esos edificios , así como el aceite, la miel, el queso, los higos, las pasas, las patatas, las castañas, las bellotas, etc., en una alhóndiga llamada Zaida, situada en el Zacatín, lindando por la espalda con la Madraza.
Es probable que algunas alhóndigas se utilizaran como matadero de reses. En Toledo, en 1166, existía un fondaque en la Alcudia (barrio de San Justo), donde degollaban los carniceros. Cuatro años después, la alhóndiga del Rey de esa ciudad, llamada en 1117 alfondica, se cita como corral y matadero de los francos. El de la Alcudia, antes fundaq, era en 1240 corral en el que degollaban las vacas, en cuyas inmediaciones había muchos mesones.. En el Repartimiento de Burriana (Valencia) figuran unas casas que fueron alfondicum en tiempo de sarracenos, las cuales lindaban con la vía pública y con el macello. Algún fundaq sevillano era utilizado hacia 1100 como prisión nocturna.
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Las alhóndigas hispanomusulmanas respondían a un tipo de edificio importado de Oriente, repetido con características muy semejantes desde Persia y Siria hasta España. En torno a un patio, cuadrado o rectangular, disponíanse galerías sobre pilares, en los que descansaban arcos o dinteles. A ellas abrían las puertas de las habitaciones, en las que quedaban divididas las cuatro naves que cerraban el patio. La planta baja se destinaba a almacenes y cuadras; las altas, a alojamiento".
Remolina Seivane, J.M. (2020) en su exhaustivo artículo Las alhóndigas, una nueva arquitectura civil en la Castilla del siglo XVI. Análisis de su implantación en las ciudades medievales, explica sobre su aparición en las ciudades de Castilla y León en las últimas décadas del s XV y primeras del XVI:
"En las primeras décadas del siglo XVI hacen su aparición en las ciudades de Castilla y León las alhóndigas o pósitos del grano, una nueva tipología arquitectónica civil, orientada al almacenamiento del trigo durante todo el año, que posibilite el abastecimiento de harina en la ciudad incluso en épocas de escasez, ya sea debido a sequias y crisis agrícolas ya sea a conflictos y desórdenes civiles.
El fomento de la construcción de alhóndigas forma parte de las políticas de potenciación del poder municipal llevadas a cabo por los Reyes Católicos en las últimas décadas del siglo XV, de las que las más conocidas son las emanadas de las cortes de Toledo de 1480; estas medidas supusieron un impulso a la construcción de casas consistoriales en las ciudades del reino, así como otras instalaciones concejiles, como carnicerías y alhóndigas, que fueron creándose en todos los núcleos principales.
Las edificaciones que albergarán las alhóndigas suponen por sus dimensiones y características arquitectónicas, así como por su ubicación, un interesante episodio de introducción de una nueva tipología en el interior de unas ciudades de morfología medieval, en que lentamente comienzan a aparecer iniciativas de transformación de la trama urbana que serán más amplias desde mediados del siglo XVI."